¡¿DIOS?!

Por Elías López Aguado Aguilar

Desgasté valiosos minutos para frenar mi rascadera de cabello, alternada con la mesada de pelambre del mentón, para decidirme a abordar el peliagudo tema de la existencia de un dios.

Y no de cualesquier dios, de los 40,000 inventados por el ser humano, en su determinante necesidad de encontrar alguno cómo el que se hubiera idealizado, en la presente 5ª. generación de seres humanos sobre éste maravilloso, aún, Planeta Tierra.

No, porque es más fácil adaptarse a uno ya diseñado y creado, como alguno de los protagonistas celestiales en las más de CIEN MIL asociaciones religiosas registradas ante la Secretaría de Gobernación; y no. no lo decimos nosotros, sino que, le agradeceremos, vaya usted a corroborar la información aquí señalada a las oficinas de, don, Adán Augusto López Hernández.

Y es que la inopia de CREER del ser humano.

De recurrir a los axiomáticos dogmas y sofismas, es infalible, aunque las creencias en el dios anhelado, nos hayan sido impuestas a sangre de arcabuzazos, hojas de filosas espadas, violaciones, vejaciones, burlas, escupitajos, hurtos desmandados…

Pero como a éste “pobre venadito…”, ateo por antonomasia y debido al anti-idealismo abundantemente digerido, y con los brazos desplegados y colgado de los hombros de nuestros cuates, Demócrito y Epicuro, le da atiborrada molicie ponerse a discutir con “La Vox Populi, Vox Dei”, es decir, con “La voz del pueblo, que es la voz de Dios”, sobre las historias mitológicas creadas por las catervas intelectuales de las cortes de Constantino y Alejandro el Magno.

Por lo que decidimos, ineluctablemente remitirnos, en ese caso, al dios del maese neerlandés, Baruch de Spinoza…Sí, sí, el connotado filósofo holandés, uno de los tres grandes racionalistas universales de la filosofía del Siglo XVII, lo mismo que René Descartes, conocido entre la palomilla como Renatus Cartesius, que aparte de filósofo, era ilustre matemático, físico francés; y avispado en la reflexión con Spinoza y Nicolás Maquiavelo, iniciadores del movimiento cosmopolita revolucionario científico.

Y Spinoza argüía que, su Dios, en persona frente a él, objetaría: “!Deja ya de estar rezando, y de estar dándote golpes en el pecho!

Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.

Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.

¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa!

Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.

¡Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo, nunca te dije que había nada mal en ti, o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo!

El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría.
Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.

Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas, que nada tienen que ver conmigo.

Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito…

¡No me encontrarás en ningún libro!

Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?

Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.

Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti?

¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad?

¿Qué clase de dios puede hacer eso?
Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que solo crean culpa en ti.

Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti.

Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.

Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.

Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro.

Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.

No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.

Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?…

Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.

Deja de alabarme, ¿qué clase de Dios ególatra crees que soy?

Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan

¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo.

¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.

Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí.

Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas.

¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?

No me busques afuera, allá no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti”.

Y, pues ya ni preguntamos…¿Por qué los 70 sabios judíos, que inicialmente se dieran a la tarea, ardua fajina, de escribir el Antiguo Testamento, en base a la vida del judío-egipcio, Moisés, no se entregaron, en sus ratos libres, a corregir los garrafales y excesivos errores de su manuscrito mitológico…?

Bueno, mejor avispados lectores asiduos, y descifradores transitorios como el prestigioso maestro ecuménico, Albert Einstein, que aportaron testimonios significativos, como cuando alguno de sus profusos alumnos le preguntaban: ¿Cree Ud. en Dios? Y él siempre respondía: – Creo, sí creo, pero… en el Dios de Spinoza.

3 comentarios en “¡¿DIOS?!

  1. Estupendo. Gracias, muchas gracias.

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  2. Genial…

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  3. Que apasionante resulta acelerar el paso, casi a punto de echar a correr, para estrechar, en agitado abrazo, al evocado cófrade, cómplice de andanzas desde hace más de 240 años, aunque se haya nacido en Los Paises Bajos, uno, y el otro, en Alemania.
    Pero lo transcendental, es la aproximación de la lineal filosofía que nos hermana; por ello cardinal es, la gran sonrisa dibujada en los rostros al, tener la oportunidad, de fraternizar, después de tantos años de evadidos de las respectivas procedencias enciclopédicas.
    Permítaseme, luego entonces, estrechar a los majestuosos seres, Baruch Spinoza, y Albert Einstein, en tan maravilloso y aleccionador día, que jamás olvidaremos.

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